Vuelve Eduardo Mendoza con una sátira genial sobre la Europa de nuestros días, de la mano del anónimo detective de El misterio de la cripta embrujada, El labertinto de las aceitunas y Las aventuras del tocador de señoras. En esta ocasión y contra su voluntad, desarticulará una acción terrorista antes de que intervengan los servicios de seguridad del Estado, con la ayuda de un equipo de lo más peculiar: una adolescente, un timador profesional, un africano albino, una acordeonista callejera, un repartidor de pizza y un regente de restaurante.
"Me desperté sediento, inquieto y sudoroso. Había pasado poco tiempo. Salí a la calle por si el calor remitía, pero todo seguía igual. En la acera de enfrente, el señor Siau hacía ejercicios de tai-chi a la puerta del bazar. Por distraerme estuve imitando sus movimientos hasta que reparé que iba desnudo y que algunos vecinos se asomaban a los balcones a contemplar el espectáculo. Volvía a entrar y reanudé la espera. Si en aquel momento hubiera entrado una señora a hacerse una mis-en-plis o un crepado o incluso un sin-techo a despiojarse, no habría pasado nada de lo que pasó después..."
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